Cerquita

Cuando el niño despertó la mujer lo saco de la hamaca, lo abrazo y lo amarró a su pecho con un largo rebozo, bien atado pa'que no se caiga y bien cerca del corazón pa'que sepa cuanto lo quiero, me dijo y siguió haciendo las cosas de la casa, moliendo maiz y de rato en rato echando una mirada a la olla de frijoles, a la hora como si hubiera recordado mi presencia volvió a hablar del rebozo y del chamaco como le decía al niño, mi 'amá siempre nos trajo cargados junto a ella, cuando yo ya estaba grandecita y me aguantaba a mis hermanitos también yo los cargaba, ahí aprendí y para ahora que tengo al mio ya estoy bien acostumbrada, así no tiene que estar una con el pendiente de que se salgan de la hamaca si aprenden a levantarse y también pa'que no la extrañen a una ya que no están en la barriga y sin decir más siguió con sus tareas, terminando de moler maiz barrio la casa, tendió la cama y agarró la poca ropa sucia que había y salió a lavarla, todo con el niño en el rebozo, sin que yo lo escuchara llorar para nada, debajo de aquella tela no se sabía que pasaba, si el niño dormía, si comía, si estaba despierto, era como si siguiera en las entrañas de la mujer, como si después de parirlo pudiera meterlo y sacarlo de la barriga a capricho para no tener que dejarlo sólo ni un momento.
Me senté afuera de la casa y me di a la tarea de descascarar el frijol, sin saber que pasaba con el niño y sin saber si la mujer recordaba que yo estaba ahí.
Cuando volvió el marido le dio una palmadita al niño, a través del rebozo y nos sentamos a comer los tres, con el niño entre nosotros pero ausente, detrás de la tela que lo separaba del mundo y unido como uno a su madre.
La mujer lo sacó del rebozo para bañarlo y acostarlo de nuevo en la hamaca, quizá pensando que ahi dormiría más cómodo aunque entonces pasara toda la noche lejos de ella, de su piel.